13 de abril de 2010

EL ESTADO DE DERECHO Y LA FORMACIÓN CÍVICA


José Luis Ortiz*


Para muchas personas el “Estado de Derecho” consiste simplemente en el imperio de la ley; para otras, el respeto a los derechos de los ciudadanos; y para otras más, la libertad con responsabilidad, la división del poder, los derechos humanos y las instituciones imparciales e independientes. Un estado que no garantice las libertades civiles y políticas, seguramente no es de derecho.

En México falta mucho camino por recorrer en cuanto a la existencia de un verdadero estado de derecho. Solamente basta considerar que la gran mayoría de los delitos permanecen impunes, lo que constituye un fuerte incentivo a la delincuencia; diariamente se infringen leyes y reglamentos a grado tal que llegamos a considerar estas faltas como algo natural. A veces, su observancia, llega a ser algo extraño, tal como sucede cuando alguien se detiene con la luz amarilla de los semáforos o da preferencia al peatón en un paso de cebra o paso peatonal. La exacerbación en la pérdida de valores cívicos fundamentales parece haber llegado a su clímax en los tiempos actuales: solo basta escuchar los noticiarios, leer los periódicos o lo que es aún peor: ser víctima de amargas experiencias de inseguridad, corrupción, impunidad, nepotismo, intolerancia, etc. por parte de algunas autoridades y personas comunes.

Por otra parte, sabemos que todas las naciones y los pueblos han creado estandartes o banderas que los distinguen y signifiquen como elemento de su identidad. La bandera, en el más alto de sus significados, es el símbolo de la nacionalidad y representación genuina de la patria. Por eso debemos rendirle los honores debidos. Rechazar tales honores o simplemente no considerarlos es despreciar o no respetar a la misma patria, a México.

Algunos recordamos cuando nuestros abuelos y padres al escuchar las notas del Himno Nacional nos hacían detener el paso o ponernos de pie, por respeto; lo mismo hacíamos al izar o arriar la Bandera. Estos sencillos actos alimentaban nuestro patriotismo. En épocas recientes se advierte un fenómeno: se están perdiendo el amor a México y el sentido patriótico porque se ha generalizado la idea de confundir patria con política, y política con “grilla”. Tal vez por ello, la gente deja de querer a su patria, pierde la fe en ella y sus instituciones, y por ende, deja de tenerle respeto a los símbolos patrios. Lo vemos en los homenajes escolares, cuando a las personas –adultos, jóvenes o niños– poco les importa la presencia de la bandera. No la sienten algo suyo e importante; prefieren aprovechar el rato para conversar en lugar de entonar el himno nacional o saludar a la insignia patria. La situación es más preocupante cuando los maestros y autoridades tampoco asumen una actitud de respeto o no les llaman la atención a los alumnos o subalternos. Ese respeto se deriva del amor que surge en la familia hacia lo que nos da identidad como nación.

Hoy día, muchos niños y jóvenes sienten que salen al homenaje a la bandera obligados, como un mero trámite que hay que cumplir los lunes. No existe el hábito del respeto a los símbolos de nuestra Patria, porque los padres y maestros no se esmeran en brindarlo con el ejemplo; si el alumno ve que el maestro no participa en la ceremonia, él tampoco lo hará.

Recordemos que México, la Patria: es el lugar donde hemos nacido, crecido, aprendido y vivido; es el proyecto de nuestros ancestros, el esfuerzo y el trabajo de nuestros padres, es el vientre de nuestra madre, nuestra esperanza y unidad, los sueños de nuestros hijos. Los ciudadanos no somos de México, nosotros somos México. Desgraciadamente, así como se habla de una pérdida de valores morales también hay una pérdida de valores cívicos.

Para alentar y fortalecer el respeto a la bandera y los símbolos patrios, principios de la educación integral, la formación cívica y raíz del estado de derecho; los padres y maestros debemos ser los principales promotores de estos valores, para que los jóvenes participen en las ceremonias por convicción y no por obligación. El amor a la patria, a la bandera y a los símbolos nacionales no surge por naturaleza, es algo que se inculca a través de la formación integral de la persona, es algo que se interioriza a través del desarrollo de pensamientos, acciones y hábitos.

Es conveniente tener siempre presentes los preceptos legales para no incurrir en omisiones lamentables en detrimento de nuestros símbolos patrios, porque necesitamos engrandecer y estimular nuestros ideales; el fin es enaltecer el amor a la patria.

Porque ser ciudadano mexicano en el umbral del Siglo XXI no es simplemente haber nacido y compartir este territorio. Entraña el compromiso de servir a nuestra patria con el ejercicio constante del derecho y el deber ciudadanos. Únicamente con la educación y el claro convencimiento de que con la convivencia entre seres humanos, ateniéndose a los derechos y obligaciones señalados en las leyes, será posible el desarrollo armónico de nuestra sociedad y la realización plena de su gente.

*Director de la Carrera de Ing. Mecánica, Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro.

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