27 de agosto de 2010

Analfabetismo espiritual (III)


José Luis Ortiz*

“Los hijos se educan veinte años antes de nacer.”

Napoleón Bonaparte

Es comprensible que debido a la diversidad y tolerancia religiosas, la enseñanza laica sea obligatoria en las escuelas públicas de nuestro país, pero de eso a no hacer un estudio profundo y objetivo a la figura más importante de la historia de la humanidad, hay una gran diferencia.

Se presenta así, un enorme reto, que los adultos preferimos naturalmente soslayar en la mayoría de las situaciones; porque se carece en algunos y desgraciadamente en no pocos casos de la conciencia, pasión, preparación e imparcialidad requeridas para esa tarea, rehuyendo de esta manera la responsabilidad fundamental de todo padre o maestro: la de dar una educación realmente integral a nuestros hijos para que se transmita de generación en generación. Ya que al educar a nuestros hijos, estaremos educando también a nuestros nietos, tal como lo expresa la frase de Napoleón al principio de este artículo.

Para que las virtudes del ser humano se transmitan a sus descendientes, no basta con la instrucción, por eficaz que parezca. Es imprescindible el cultivo diario del espíritu a través de conceptos, ejemplos, sentimientos y legados morales. Es necesaria toda una atmósfera, de un ambiente en el que el individuo se encuentre inmerso y sea contagiado por esa carga de autoestima, responsabilidad, respeto y amor. Los valores no se enseñan mediante la instrucción tradicional, nada más absurdo se puede plantear. Cualquier persona sabe que robar o matar no es lo correcto, sin embargo algunos lo hacen porque no han descubierto, sentido, vivido y adquirido conciencia de la responsabilidad de su misión; de servir, de trascender (del bien ser, del bien hacer, del bien estar y del bien tener). Los valores se adquieren y avivan diariamente; en este proceso en el que el ser humano debe involucrarse, lo que constituye la única forma de eslabonar una generación tras otra, de crear una estirpe, de integrar célula a célula una familia y a una sociedad saludable y duradera.

Formar en el amor a la verdad, a la justicia, al respeto, en nuestra tarea diaria, nos hará libres, dueños de nuestro destino, seres humanos realizados y felices, y hará renacer en las nuevas generaciones la esperanza de un futuro mejor.

*Profesor, investigador, escritor y conferencista. Director de la Carrera de Ingeniero Mecánico Administrador, ITESM Campus Querétaro, jlortiz@itesm.mx

Analfabetismo espiritual (II)

Por: José Luis Ortiz*

El amor es desinteresado y se da sin pedir nada a cambio; el dar engrandece y al hacerlo nos realizamos como hombres, al haber congruencia entre nuestras convicciones y nuestros actos. Es precisamente la ausencia de amor a nuestra misión profesional, como seres humanos, como padres, como hijos; la que nos orilla a negarnos el ser. La falta de compromiso con nuestra misión impide que podamos lograr una mejor calidad de vida.

Uno de los mejores ejemplos de amor en los que se pudiera pensar nos lo ha dado el hombre que dividió a la historia hace dos milenios y cuya doctrina se ha fundamentado en este valor, que mantiene viva la llama de la fe; que nos mantiene jóvenes, entusiastas, vehementes en la lucha por nuestros ideales. Nació en una aldea judía, fue exiliado de niño, trabajó de artesano hasta los treinta años. Durante los tres años siguientes fue predicador ambulante. Jamás asistió a la escuela, no escribió ningún libro, no fundó ninguna universidad, no ocupó ningún puesto público, nunca desempeñó empleo alguno con remuneración fija. Vivía de lo que la gente le daba. Reunió a doce hombres incultos como discípulos suyos, a los cuales cautivó con sus enseñanzas. Era como todos, pero distinto a todos. Perdonaba pecados, curaba enfermos, realizaba milagros. En sus mítines hablaba de amor, de perdón, de justicia, de penitencia, de reconciliación, de paz. No le interesaba el poder ni la riqueza. Era un líder: con autoridad moral, sin autoridad formal. Siendo aún muy joven la opinión popular se volvió contra él, el medio le fue hostil, sus discípulos huyeron, uno de ellos lo negó, otro le entregó. Se le sometió a juicio sin bases legales. Lo condenaron a morir clavado en la cruz entre dos ladrones. Sus verdugos se jugaron a los dados, mientras agonizaba, su única posesión terrena: una pobre túnica. Sin embargo, hasta el último momento fue congruente a sus valores e ideales y actuó de acuerdo a sus enseñanzas, predicó con el ejemplo que no es la principal forma de enseñar, es la única. Una vez muerto, lo bajaron de su cruz y lo sepultaron en una tumba prestada.

Han pasado casi veinte siglos y continúa siendo el eje de la especie humana y el secreto de su felicidad. Ningún sabio, ningún ejército, ninguna institución han influido tanto en la historia del mundo y en la intimidad de la conciencia humana que esa sola vida solitaria.

Muchos lo veneran como maestro y pensador que ideó una doctrina humanitaria intachable, basada en la igualdad contra la injusticia, en el amor contra el odio, en la fe contra la desconfianza. Maestro que no solo enseña la verdad, sino que él mismo es la verdad.

¿Qué sabemos muchos universitarios, posibles líderes y representantes de nuestra sociedad, acerca de Cristo? Algunas oraciones sueltas aprendidas en nuestra infancia, algunas citas bíblicas, algunas ideas pescadas de aquí y de allá. Es decir, nada. Falta la visión integral del creyente, la del análisis y síntesis de la fe. A esto podemos llamarle “Analfabetismo Religioso”, el cual se encuentra en la gran mayoría de la gente casi en estado de pureza. En el tránsito por la universidad y en la vida profesional se da la impresión de ser una persona incrédula, aunque en realidad se es ignorante. Cada año se sabe más de Física, de Medicina, o Derecho, pero en cuanto a la cultura religiosa, ésta se ha quedado estancada en el jardín de niños. De aquí se advierte un grave desequilibrio, que afecta nuestra concepción global del universo y por ende presenta un fuerte elemento de sesgo en nuestras opiniones, refleja una grave carencia de fundamentos sólidos sobre los cuales puedan yacer nuestros valores. Así que cuando tenemos que asumir una postura, acabamos por quedarnos con la ciencia y la tecnología, cuyo solo abrigo puede inundarnos en ocasiones de pesimismo y desconfianza y la fe queda relegada. Desafortunadamente, esta indiferencia o desprecio por los aspectos religiosos y morales nos ha sido heredada a través de la historia, por una parte debido el laicismo oficial formal en la escuela y por otra, el informal en el seno de la mayoría de los hogares mexicanos.

*Profesor, investigador, escritor y conferencista. Director de la Carrera de Ingeniero Mecánico Administrador, ITESM Campus Querétaro, jlortiz@itesm.mx

Analfabetismo espiritual (I)


Por: José Luis Ortiz*

Los individuos de todas las razas, nacionalidades y credos reclaman incesantemente formas de convivencia armónica, justa y respetuosa. Es una aspiración legítima a la que todos tenemos derecho, pero que muy pocos gozan. El tema "Educación en Valores" ha constituido a través de la historia una de las preocupaciones de los filósofos y pedagogos, como una alternativa para dar respuesta a los problemas que plantea la convivencia social y el crecimiento sano y equilibrado de una familia, comunidad o país. La "formación" o "educación moral" emerge en la actualidad como una necesidad en la búsqueda de la concordia y el bienestar de las sociedades de todo el mundo.

Existe una serie de valores, de los cuales el ser humano debe tener plena conciencia y necesita cultivar para lograr un desarrollo armónico que le permita constituirse en un motor impulsor del desarrollo sustentable de su comunidad; contando además, claro está, con una preparación académica sólida y actualizada en el campo de su especialidad. Este binomio constituye la esencia del éxito personal y comunitario.

Es importante señalar que el crecimiento desequilibrado de las facultades de los seres humanos conduce al fracaso más rotundo de las civilizaciones. Contamos con infinidad de tristes ejemplos de sociedades en las que sus líderes y representantes han contado con una preparación técnica de excelencia, se rodean por expertos en las diferentes áreas del poder público, y que ostentan innumerables títulos y distinciones; pero que al carecer de la más elemental conciencia del bien ser, del bien hacer, del bien estar y del bien tener, llevan a sus comunidades a las mas terribles depresiones y crisis. Crisis económicas, políticas, sociales; pero sobre todo crisis morales, que debilitan mucho más la conciencia humana, porque la corroen desde adentro, desde su mismo origen. Todo ello porque solo persiguen bienes externos personal como objetivo de sus vidas, como el dinero, el poder y el prestigio, ponderándolo por encima de los bienes internos como el cumplimiento de metas que den sentido a sus vidas a través del servicio a los demás.

Especialmente, hay un valor que constituye una de las piedras angulares del liderazgo positivo; pocas veces se le menciona, y es no obstante, el más importante: el amor. El amor a Dios, a la patria, a la familia, al semejante, a la tarea o actividad que se desempeñe, al servicio; el cual puede percibirse en cada actividad que realizamos, en cada actitud que tomamos; se refleja en lo que hacemos, se hace parte de nuestra existencia, constituye en sí, el pilar de la excelencia.

Los jóvenes que no saben trabajar, al no hacerlo con amor, son tan desdichados como los que no saben divertirse, realmente no son jóvenes. El tiempo es lo único irreparable; mientras el holgazán no tiene tiempo para hacer algo de provecho, al laborioso le sobra para realizar todo lo que planea.

Podemos reflexionar sobre los principales valores éticos, religiosos, sociales, etc. deseables en el individuo; necesarios para que permanezca joven; al hacerlo, advertiremos que sin el amor, todos ellos pierden gran parte de su esencia; con él, el hombre se mantiene vivo, lleno de esperanza y energía vital.

El amor se distingue por el rasgo propio de aquilatar el bien como un factor importante de la acción, en tanto que en ausencia del mismo se persigue el "bien" personal como meta y justificación de todos los actos, fuente de un gran número de contradicciones y problemas a través de la historia, exacerbados en tiempos presentes por la ola de hechos de corrupción, ineficiencia y delincuencia que azota a nuestra sociedad mexicana, generada precisamente por esa falta de valores humanos. Pese a los fracasos, cuando existe amor, se es idealista y nunca se pierde la llama de la fe.

El amor a nuestra misión, nos hará adoptarla con respeto y responsabilidad, a no abandonar nuestros ideales, a no claudicar, porque no hay fuerza mas poderosa que el amor. El amor nos impulsa a ser congruentes hasta el fin, a pesar de que la adversidad nos circunde. Cuando se ama se quiere dar lo mejor de nuestras ideas, de nuestros logros, de nuestro ser por lo que amamos.

*Profesor, investigador, escritor y conferencista. Director de la Carrera de Ingeniero Mecánico Administrador, ITESM Campus Querétaro, jlortiz@itesm.mx

Combatir el abatimiento y la depresión

Combatir el abatimiento y la depresión

José Luis Ortiz*

“¿Por qué usted se mantiene en prisión cuando la puerta está abierta?

Salga de su pensamiento negativo y del miedo. Viva en silencio.”

Rumi

El abatimiento puede provocar tristeza, melancolía, indiferencia, indolencia profunda, desánimo, desmotivación y en última instancia depresión. Ésta se caracteriza por desgana, anergia, desdicha y malestar. Estar deprimido es algo mucho más severo que estar triste o cansado. Estar deprimido puede ocasionar una disminución importante en la libido y el apetito, conduciendo está última a bajar de peso, y también se suelen tener problemas de concentración y memoria. El abatimiento estanca la vitalidad, genera una desgana profunda y origina estados de tristeza que llegan a confundir la mente, produciendo un profundo daño síquico, afectando negativamente a la autoestima.

Se ha encontrado una relación directa entre el nivel de Cortisol, -hormona corrosiva para las células que es producida por emociones negativas tales como resentimiento, rabia , rencor, reproche, resistencias, represión, etc.-, y la aceleración del proceso de envejecimiento y la susceptibilidad a la depresión.

Las técnicas de control de la respiración y la relajación consciente y profunda que se encuentran en disciplinas como el yoga pueden ser altamente efectivas para prevenir e incluso superar el abatimiento, ya que la energía vital se potencia, se encauza y se emplea de manera positiva.

Las tareas cotidianas conscientes que pueden ayudarnos a superar estos estados de ánimo son, por ejemplo: la sonrisa, el deporte, las actividades recreativas, el desarrollo de buenas relaciones y la amistad. Hay un viejo adagio que reza: “Empieza por actuar y terminarás por creer”. Necesitamos ejercitar la práctica de la actuación, esto naturalmente es más sencillo parea quienes en su vida han sido actores, aún en la escuela en épocas tempranas. Por ello es que el teatro se recomienda ampliamente como una actividad obligatoria o extracurricular en las instituciones educativas ocupadas de la formación integral del individuo y comprometidas con el desarrollo pleno del carácter que conduzca a una vida plena. La fascinación es algo que de principio puede apoyarnos a superar situaciones estresantes o de abatimiento. Por ejemplo si transitamos en nuestro vehículo por una avenida que se encuentra altamente congestionada y tenemos prisa por llegar a nuestro destino por una cita importante; lo mejor será empezar a actuar sonriendo, cantando, etc., nuestro subconsciente terminará por creerlo y nuestro comportamiento no será el de una persona preocupada o con tensiones.

El desarrollo de la Inteligencia Emocional -medida en que nuestras emociones favorecen nuestras competencias físicas e intelectuales, logrando un equilibrio emocional que nos permita pensar claramente-, incrementa nuestra capacidad para utilizar nuestras habilidades mentales innatas para superar los estados de ánimo negativos y determinar nuestro desempeño en la vida e incluye el autodominio, la persistencia y el poder de automotivación. En la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y placer, directos o indirectos, con respecto a lo que hacemos -o incluso por un grado óptimo de ansiedad-, esos sentimientos nos conducen a el disfrute de lo que hacemos a mayores logros.

Muchas creencias limitantes que nos impiden triunfar se deben a que posiblemente en el pasado se han tenido malas experiencias que nos han condicionado a no intentar sobreponernos al fracaso; creando pretextos, excusas y justificaciones que nos impiden tratar nuevamente para lograr lo que deseamos; para atraer la felicidad, el éxito y la prosperidad.

Hoy en día la Programación Neurolingüística (PNL) es un instrumento poderoso para reprogramar nuevamente la mente e introducirle información acerca de todos los principios que rigen nuestra mala experiencia, para así desbloquear esas falsas creencias que se arraigaron en nuestra mente y que no nos permiten tomar las acciones que produzcan los resultados que deseamos.

*Profesor, investigador, escritor y conferencista. Director de la Carrera de Ing. Mecánico Administrador, ITESM Campus Querétaro, jlortiz@itesm.mx