28 de abril de 2010

Analfabetismo emocional


José Luis Ortiz*

Los educadores nos encontramos ante el difícil reto, impulsados por la demanda del Sector Empresarial y de la sociedad mexicanos, de mejorar los resultados de las competencias curriculares, que hasta ahora no han satisfecho las necesidades que plantea un mundo globalizado, cada vez más complejo y cambiante. Sabedores de que hoy en día ya no es tan importante lo que se sabe, sino que tan rápidamente se puede aprender, para ser flexible y adaptarse a las condiciones que impone el entorno. Existen áreas que constituyen el cimiento de futuros aprendizajes, tales como la Comunicación Efectiva que involucra la proactividad, la escucha activa, la asertividad, la lectura comprensiva, la expresión verbal y no verbal, la escritura, la correcta ortografía y la comprensión de conceptos matemáticos y físicos, al menos en sus niveles básicos; que deben ser comunes a todos los profesionistas, independientemente de su área de especialidad y que van mucho más allá de la simple memorización automática.

Algunos profesores, al realizar investigación educativa, analizamos los elementos que provocan que los educandos fracasen en los exámenes, y lo que tiene mayores consecuencias: en la vida, que puede ir del sufrimiento al fracaso en los ámbitos personal, familiar, profesional y/o social, si no se toman ahora las medidas correctivas pertinentes. Nuestro deber y compromiso con nosotros mismos y con nuestra patria debe ser buscar las mejores técnicas de enseñanza-aprendizaje y de estudio para que nuestros estudiantes alcancen los niveles adecuados de desarrollo de estas competencias genéricas, comunes a cualquier ámbito de desempeño, que les permitan continuar con una formación superior sólida o desempeñarse satisfactoriamente fuera del centro de aprendizaje formal.

Por otra parte, muchos de nuestros niños y jóvenes llegan a sus clases con altos niveles de estrés, producto de la preocupación, frustración, ira, resentimiento, indiferencia, rabia e incluso odio. La violencia entre gente joven es creciente y preocupante, al mismo tiempo que los profesores perciben que sus alumnos están mucho menos dispuestos a aprender. Todo esto ha detonado desde hace ya varios años una reflexión profunda sobre la direccionalidad de los sistemas educativos y sobre si se ha obviado algo tan importante como la Educación Emocional, que promueve el reconocimiento y control de nuestras emociones que incidan en la facilitación de la solución de conflictos, en el grado de motivación y sentido existencial, buscando cada vez más el involucramiento del alumno y disminuyendo la verticalidad de la enseñanza.

La historia del desarrollo del Aprendizaje Emocional y Social en las escuelas puede iniciarse en 1995, cuando Daniel Goleman publicó su libro: Inteligencia Emocional partiendo desde el trabajo de Salovey and Mayer. Las ideas de Goleman han sido escuchadas y reconocidas en todo el mundo. Hoy en día sabemos que los jóvenes necesitan aprender y desarrollar habilidades emocionales y sociales esenciales que les permitan conducirse por la vida satisfactoriamente, disfrutando lo que hacen, con elevado nivel de tolerancia a la frustración por aquello que no pueden hacer o que sencillamente no ha producido los resultados que desean, y con mayores posibilidades de alcanzar el éxito y vivir felices. Así, el desarrollo de autocontrol a una temprana edad reduce substancialmente la probabilidad de un comportamiento violento y agresivo, ya que el nivel de violencia de las personas es inversamente proporcional a su nivel de desarrollo en su inteligencia emocional y social.

Si partimos de la premisa de que las sociedades actuales son producto de las políticas, estrategias y acciones educativas puestas en marcha desde hace varias décadas, podemos establecer que el gran desastre educativo de nuestro país, “el fracaso nacional del milenio”, ha sido producto de haber sido indiferentes por muchos años a la responsabilidad de educar integralmente en el marco del trinomio educando-hogar-escuela a nuestros niños y jóvenes, de haber soslayado el efecto de la educación formativa en aras de la informativa, cuyos resultados son mucho más fáciles de medir y analizar, a la luz de indicadores tales como los reportados por las pruebas ENLACE, PISA o CENEVAL.

Nuestra obligación como educadores e investigadores en educación es hacer propuestas, plantear soluciones, evidenciar su viabilidad, desarrollar nuevos procesos y técnicas para paliar o revertir las graves deficiencias educativas, con las que se están graduando la mayoría de nuestros profesionistas. Pero también es responsabilidad de las autoridades educativas considerar, analizar y aplicar tales propuestas, cuando sean viables y demuestren resultados; de escuchar a quienes tenemos la experiencia de haber dedicado buena parte de nuestra vida a la labor de mayor nobleza e impacto en la sociedad: “la de formar al hombre”.



*Director de la Carrera de Ing. Mecánica, ITESM Campus Querétaro, profesor, investigador, escritor y conferencista, jlortiz@itesm.mx

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