23 de diciembre de 2008

Vince Lombardi y el Segundo Esfuerzo

José Luis Ortiz
Director de la Carrera de Ingeniería Mecánica,
ITESM Campus Querétaro,
jlortiz@itesm.mx


"Ganar no es lo más importante, es lo único”.

Vince Lombardi

Investigaciones recientes están validando algunas prácticas de los jesuitas, tal como el vínculo existente entre el conocimiento de uno mismo y el liderazgo. La máxima jesuítica “Trabaja como si el éxito dependiera de tu propio esfuerzo, pero confía como si todo dependiera de Dios”, pone de manifiesto esta dependencia. De hecho, la tarea de los jesuitas no ha consistido en persuadir a las personas para actuar, sino en dotarlas de las competencias para discernir por ellas mismas lo que deben hacer. La motivación no es un agente externo, está en el interior de cada individuo, a esto le hemos llamado automotivación. Solo cada uno puede motivarse a sí mismo. La cultura jesuita tiene una consigna simple: magis, que en latín quiere decir más, siempre algo más. Esta consigna los ha llevado a construir la compañía religiosa de más éxito en la historia, al poner el esfuerzo total del equipo al servicio de algo que era más grande que cualquier individuo y a proveer educación de alta calidad. Es muy probable que Vince Lombardi haya tomado esta consigna como suya al hablar del “Segundo Esfuerzo”.

Lombardi, ha sido tal vez, el coach de fútbol americano más reconocido de todos los tiempos, concretamente por su trabajo con los Empacadores de Green Bay de la NFL de 1959-67, ya que con ellos ganó cinco campeonatos de la liga en estos 9 años.

Nacido en 1913 en el seno de una familia católica de Brooklyn, Nueva York, Lombardi aprendió ahí muchos de los valores que luego trasladaría al terreno de juego. En 1933, aceptó una beca para estudiar en la Universidad de Fordham en el Bronx, en la que fue entrenado por el coach Jim Crowley y en la que se graduó como abogado con honores. Tras varios años dedicados a la enseñanza en el instituto de Santa Cecilia en Nueva Jersey, donde también entrenó a los equipos de fútbol americano, baloncesto y béisbol, Lombardi comenzó a trabajar exclusivamente en el fútbol americano en 1947 cuando fue llamado por su alma mater.

Dos años después dio el salto hacia la Academia Militar de los Estados Unidos, donde aprendió de uno de los grandes entrenadores de la historia del fútbol colegial, Earl Blaik. Lombardi asimiló la idea de insistir con simples jugadas ejecutadas con la máxima precisión, un concepto que le reportaría numerosos éxitos en la NFL. También aprovechó las ideas y métodos de otros entrenadores, pero nadie jamás ejecutó lo básico tan magistralmente como Lombardi. Justo cuando este deporte se estaba tornando más complejo, él lo simplificó. Con sus éxitos, los demás empezaron a prestar atención a lo básico. Su increíble determinación y deseo por ganar dejaron una huella tan profunda en sus jugadores y por extensión en toda la liga que nadie jamás le ha podido igualar.

Como entrenador en jefe de los Empacadores, tuvo la virtud de cambiar la mentalidad perdedora de la franquicia: les enseñó que los verdaderos valores de la vida, son la honestidad, la lealtad, el sacrificio y la humildad.

Fue el primero en utilizar el término "Segundo Esfuerzo"; con él invitaba a sus jugadores a dar el “extra” en los momentos de mayor presión o cuando se sentían derrotados. Años más tarde, la mayor parte de los entrenadores de este deporte, tomaron esta frase como la motivación esencial para sus escuadras.

El legado de Lombardi trascendió más allá de su deporte; en cualquier ámbito de la vida se puede aplicar la premisa del Segundo Esfuerzo, pues la perseverancia siempre será una virtud necesaria para alcanzar el éxito y la satisfacción; el hambre de triunfo y la sed de victoria deben ser características de los seres humanos, sea cual sea su profesión, ya que un síndrome bastante común que ataca a la gente es el “síndrome de lo estrictamente necesario”, que consiste en dar lo mínimo con tal de seguir en la zona de confort y no arriesgar, sometiéndose a una vida de mediocridad y conformismo, por ejemplo a un trabajo que apenas nos da lo suficiente para sobrevivir, porque “al menos se tiene algo”. Para saltar a la excelencia es necesario excederse, dar un segundo esfuerzo, correr y asumir riesgos.

Para él, la búsqueda de la excelencia y el esfuerzo para conseguirlo, fue una realidad de la vida, los hombres son competitivos por naturaleza; y ante todo, la victoria debe conseguirse de forma limpia, honesta y decente, acorde con principios, valores y reglas.

Publicado en el periódico "El Corregidor de Querétaro", 19 de Diciembre de 2008, p. 10.


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