24 de abril de 2009

Conocerse a uno mismo

José Luis Ortiz*

En el umbral del Siglo XXI, el mundo se encuentra sometido a enormes cambios, a un proceso de grandes transformaciones y posibilidades. Además de la era de la economía del conocimiento, estamos presenciando la revolución de las relaciones humanas. Los líderes que estamos formando, deberán tener una visión real y un sentido de los valores de las organizaciones que deseen conducir, deberán saber explotar al máximo la creatividad y el talento existentes dentro de sus sociedades para poder competir exitosamente. Sabemos que en el mundo actual, lo único constante es el cambio; por lo tanto, lo que cuenta no es lo que sabemos, porque frecuentemente lo que sabemos es obsoleto; lo que realmente importa es qué tan rápidamente se puede aprender. Es indispensable asumir en una educación integral, que la parte más difícil al dirigir una empresa consiste en liderar al personal, en aprender a conducir hombres en situaciones difíciles.

En las mejores universidades del mundo se ha producido un alto grado de satisfacción respecto a la formación técnica de los estudiantes graduados. Estos brillantes jóvenes pueden resolver problemas complejos y desarrollar planes de negocios. Pero cuando llega el momento de demostrar sus técnicas de relaciones humanas, se ha encontrado que se requiere multiplicar esfuerzos en el desarrollo de competencias de liderazgo, comunicación oral y escrita, trabajo en equipo y otras habilidades humanas.

Conócete a ti mismo”: esta frase es clásica en el pensamiento griego. En todos los tiempos muchos pensadores han reflexionado sobre ella con variados matices siguiendo el ejemplo de Sócrates y Platón.

Solo quienes conocen sus debilidades pueden enfrentarse a ellas e incluso superarlas. Los profesionales, gerentes y directivos cuyas carreras se estancan por falta de confianza en ellos mismos pueden renovar su trayectoria ascendente si identifican y atacan sus debilidades. Sin embargo nadie puede hacer que otro se conozca a sí mismo, por lo que los líderes tienen que hacerse ellos mismos, otras personas pueden ayudar, por supuesto, mediante una dirección adecuada que señale el derrotero a seguir para el descubrimiento personal. Todo liderazgo comienza por el liderazgo de sí mismo. Mientras nuestras debilidades permanezcan ocultas, somos impotentes ante ellas. El proceso, a veces doloroso de sacarlas a la luz del día y entenderlas, es el primer paso para superarlas.

Muchas personas invierten tiempo, dinero y esfuerzo en adquirir las credenciales y destrezas profesionales necesarias para el éxito. Los líderes invierten igualmente en sus destrezas humanas, en sus competencias para conducir.

Nadie que carezca de habilidades técnicas sería tan ingenuo de ingresar a una empresa creyendo que va a tener éxito, ¿quién se imagina que va a ser un buen ingeniero sin saber de Matemáticas y Física, o un buen abogado si haber estudiado Derecho? Sin embargo somos tan ingenuos que creemos que los que no se conocen a sí mismos –sus virtudes, debilidades, valores y visión del mundo pueden a la larga alcanzar el éxito–.

Para desarrollar la autoestima es necesario rescatar primero el autoconocimiento a través de la introspección. Como segundo paso adquiriremos un autoconcepto, del conocimiento que tenemos de nosotros mismos, al ser objetivos y realistas. A partir del autoconcepto, si este es veraz y objetivo derivamos una serie de acciones –autoevalución–. Necesitamos aprender a autoevaluarnos para que de ello se produzca la autoaceptación –que nos aceptemos como somos– y como consecuencia obtenemos el autorespeto con una Actitud Mental Positiva. Para reconocer nuestra grandeza y explotarla, porque si una persona no se autorespeta, ¿cómo podemos esperar que los demás lo hagan?

Todos queremos ser mejores desarrollando todas nuestras potencialidades de forma integral y armónica. Afortunadamente, todo el mundo posee las capacidades de cultivar las destrezas de liderazgo si hace la inversión introspectiva que las desarrolla.

Artículo publicado en el periódico “El Corregidor de Querétaro”, el día 24 de Abril de 2009, p. 5.

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