14 de febrero de 2009

A propósito del Día del Amor y la Amistad

José Luis Ortiz
Director de la Carrera de Ingeniería Mecánica,
ITESM Campus Querétaro,
jlortiz@itesm.mx


El amor nos mantiene jóvenes, entusiastas, vehementes en la lucha por nuestros ideales, es uno de los motores de la humanidad. El mayor ejemplo de amor en el que puedo pensar, nos lo ha dado el hombre que dividió a la historia hace dos milenios y cuya doctrina se ha fundamentado en este valor fundamental. Nació en una aldea judía; fue exiliado de niño, trabajó de artesano hasta los treinta años. Durante los tres años siguientes fue predicador ambulante.

Jamás asistió a la escuela, no escribió ningún libro, no fundó ninguna universidad, no ocupó ningún puesto público, nunca desempeñó empleo alguno. Vivía de lo que la gente le daba. Reunió a doce hombres incultos como discípulos suyos, a los cuales cautivó con sus enseñanzas. Era como todos, pero distinto a todos. Perdonaba los pecados, curaba a los enfermos, resucitaba a los muertos de cuerpo y alma. En sus mítines hablaba de amor, de justicia, de penitencia, de paz. No le interesaba el poder ni la riqueza. Siendo aún muy joven la opinión popular se volvió contra él, el medio le fue hostil, sus discípulos huyeron, uno de ellos lo negó, otro lo entregó. Se le sometió a juicio sin bases legales. Lo condenaron a morir clavado en la cruz entre dos ladrones. Sus verdugos se jugaron a los dados, mientras agonizaba, su única posesión terrena, una pobre túnica. Sin embargo, hasta el último momento fue congruente a sus valores e ideales y actuó de acuerdo a sus enseñanzas. Una vez muerto, lo bajaron de su cruz y lo sepultaron en una tumba prestada.

Han pasado veinte siglos y continúa siendo un gran ejemplo para la especie humana y el secreto de su felicidad. Ningún sabio, ningún ejército, ninguna institución han influido tanto en la historia del mundo y en la intimidad de la conciencia humana como esta vida solitaria.

Muchos lo veneran como maestro y pensador que ideó una doctrina humanitaria intachable, basada en la equidad contra la injusticia, en el amor contra el odio, en la fe contra la desconfianza. Maestro que no solo enseña la verdad, sino que él mismo es la verdad.

¿Qué sabemos muchos universitarios, posibles líderes y representantes sociales, acerca de Jesucristo?: Algunas oraciones sueltas aprendidas en nuestra infancia, algunas citas bíblicas, algunas ideas pescadas de aquí y de allá. Es decir, nada. A esto podemos llamarle analfabetismo religioso, el cual se encuentra en la gran mayoría de la gente casi en estado de pureza. En el tránsito por la universidad y en la vida profesional se da la impresión de que la persona es incrédula, aunque en realidad es ignorante. Cada año sabe más de Física, de Medicina o Derecho, pero en cuanto a la cultura religiosa, ésta se ha quedado estancada en el jardín de niños. De aquí se advierte un grave desequilibrio, que afecta nuestra concepción global del universo y que presenta un fuerte elemento de sesgo en nuestras opiniones, refleja una grave carencia de fundamentos sólidos sobre los cuales puedan yacer nuestros valores. Así que cuando tenemos que asumir posturas, acabamos por quedarnos con la ciencia, cuyo solo abrigo puede inundarnos en ocasiones de pesimismo y desconfianza y la fe queda relegada. Desafortunadamente, esta indiferencia o desprecio por los aspectos religiosos y morales nos ha sido heredada a través de la historia, por una parte debido el laicismo oficial formal en la escuela y por otra, el informal en el seno de la mayoría de los hogares mexicanos.

Es comprensible que como producto de la diversidad y tolerancia religiosas, la enseñanza laica sea obligatoria en las escuelas públicas de nuestro país. Sin embargo, se ha dado una interpretación errónea del laicismo; ya que el no hacer o no haber querido hacer, un estudio profundo y objetivo a la figura más importante de la historia de la humanidad en los ciclos de educación media principalmente, ha sido un grave error que ha afectado, afecta y posiblemente siga afectando negativamente a las actuales generaciones.

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