27 de agosto de 2010

Analfabetismo espiritual (II)

Por: José Luis Ortiz*

El amor es desinteresado y se da sin pedir nada a cambio; el dar engrandece y al hacerlo nos realizamos como hombres, al haber congruencia entre nuestras convicciones y nuestros actos. Es precisamente la ausencia de amor a nuestra misión profesional, como seres humanos, como padres, como hijos; la que nos orilla a negarnos el ser. La falta de compromiso con nuestra misión impide que podamos lograr una mejor calidad de vida.

Uno de los mejores ejemplos de amor en los que se pudiera pensar nos lo ha dado el hombre que dividió a la historia hace dos milenios y cuya doctrina se ha fundamentado en este valor, que mantiene viva la llama de la fe; que nos mantiene jóvenes, entusiastas, vehementes en la lucha por nuestros ideales. Nació en una aldea judía, fue exiliado de niño, trabajó de artesano hasta los treinta años. Durante los tres años siguientes fue predicador ambulante. Jamás asistió a la escuela, no escribió ningún libro, no fundó ninguna universidad, no ocupó ningún puesto público, nunca desempeñó empleo alguno con remuneración fija. Vivía de lo que la gente le daba. Reunió a doce hombres incultos como discípulos suyos, a los cuales cautivó con sus enseñanzas. Era como todos, pero distinto a todos. Perdonaba pecados, curaba enfermos, realizaba milagros. En sus mítines hablaba de amor, de perdón, de justicia, de penitencia, de reconciliación, de paz. No le interesaba el poder ni la riqueza. Era un líder: con autoridad moral, sin autoridad formal. Siendo aún muy joven la opinión popular se volvió contra él, el medio le fue hostil, sus discípulos huyeron, uno de ellos lo negó, otro le entregó. Se le sometió a juicio sin bases legales. Lo condenaron a morir clavado en la cruz entre dos ladrones. Sus verdugos se jugaron a los dados, mientras agonizaba, su única posesión terrena: una pobre túnica. Sin embargo, hasta el último momento fue congruente a sus valores e ideales y actuó de acuerdo a sus enseñanzas, predicó con el ejemplo que no es la principal forma de enseñar, es la única. Una vez muerto, lo bajaron de su cruz y lo sepultaron en una tumba prestada.

Han pasado casi veinte siglos y continúa siendo el eje de la especie humana y el secreto de su felicidad. Ningún sabio, ningún ejército, ninguna institución han influido tanto en la historia del mundo y en la intimidad de la conciencia humana que esa sola vida solitaria.

Muchos lo veneran como maestro y pensador que ideó una doctrina humanitaria intachable, basada en la igualdad contra la injusticia, en el amor contra el odio, en la fe contra la desconfianza. Maestro que no solo enseña la verdad, sino que él mismo es la verdad.

¿Qué sabemos muchos universitarios, posibles líderes y representantes de nuestra sociedad, acerca de Cristo? Algunas oraciones sueltas aprendidas en nuestra infancia, algunas citas bíblicas, algunas ideas pescadas de aquí y de allá. Es decir, nada. Falta la visión integral del creyente, la del análisis y síntesis de la fe. A esto podemos llamarle “Analfabetismo Religioso”, el cual se encuentra en la gran mayoría de la gente casi en estado de pureza. En el tránsito por la universidad y en la vida profesional se da la impresión de ser una persona incrédula, aunque en realidad se es ignorante. Cada año se sabe más de Física, de Medicina, o Derecho, pero en cuanto a la cultura religiosa, ésta se ha quedado estancada en el jardín de niños. De aquí se advierte un grave desequilibrio, que afecta nuestra concepción global del universo y por ende presenta un fuerte elemento de sesgo en nuestras opiniones, refleja una grave carencia de fundamentos sólidos sobre los cuales puedan yacer nuestros valores. Así que cuando tenemos que asumir una postura, acabamos por quedarnos con la ciencia y la tecnología, cuyo solo abrigo puede inundarnos en ocasiones de pesimismo y desconfianza y la fe queda relegada. Desafortunadamente, esta indiferencia o desprecio por los aspectos religiosos y morales nos ha sido heredada a través de la historia, por una parte debido el laicismo oficial formal en la escuela y por otra, el informal en el seno de la mayoría de los hogares mexicanos.

*Profesor, investigador, escritor y conferencista. Director de la Carrera de Ingeniero Mecánico Administrador, ITESM Campus Querétaro, jlortiz@itesm.mx

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