10 de junio de 2009

El liderazgo de excelencia es un esfuerzo diario


José Luis Ortiz*


“Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias y las crea si no las encuentra.”

George Bernard Shaw


Lo que se requiere hoy en día es algo mucho más complejo que el manejo empresarial de antaño, en el que el jefe era el jefe y se hacía lo que él decía y punto. Actualmente el manejo no es suficiente; hoy en día, el mundo se mueve con una velocidad vertiginosa y lo que se requiere es liderazgo. Quien posee esta competencia, ayuda a la gente a desarrollar todo su potencial, establecer una visión de futuro; alentar, preparar y conducir, y también iniciar y mantener relaciones interpersonales exitosas.

Todo liderazgo comienza por el liderazgo de sí mismo. Solo quienes conocen sus debilidades pueden enfrentarse a ellas e incluso superarlas. Los profesionales, gerentes y directivos cuyas carreras se estancan por falta de confianza en ellos mismos pueden renovar su trayectoria ascendente si identifican y atacan sus debilidades. Sin embargo nadie puede hacer que otro se conozca a sí mismo, por lo que los líderes tienen que hacerse ellos mismos. Mientras nuestras debilidades permanezcan ocultas, somos impotentes ante ellas. El proceso, a veces doloroso de sacarlas a la luz del día y entenderlas, es el primer paso para superarlas.

El líder no se deja guiar por la escala de la oportunidad, sino por la calidad de la respuesta; está comprometido deliberadamente en extraer de cada momento hasta el último ápice del potencial y tiene el talento para determinar cuando el compromiso se multiplica. Ninguna misión es motivadora mientras no sea personal, por lo que se hace responsable de su propio destino, de su propia vida, de su futuro; se traza metas y actúa para alcanzarlas, intentando aprovechar las escasas o elevadas oportunidades actuando inteligentemente. Se ha hecho responsable de sus acciones, se ha deshecho de las excusas, pretextos y justificaciones que le impiden utilizar su verdadero potencial.

Sabe que sus creencias determinan sus expectativas y que éstas influyen en su forma de actuar y su manera de actuar afectará los resultados que obtiene en su vida. Sabe que hay cosas en la vida que nunca aprenderá a menos que corra ciertos riesgos, que lo intente y si fracasa: aprende y lo vuelve a intentar aplicando los aprendizajes de los fracasos anteriores; porque el verdadero enemigo del éxito no es el fracaso, sino la mediocridad –el síndrome de lo estrictamente necesario–. No le importa cuántas veces caiga, si se levanta el mismo número de ocasiones.

Sabe que en lugar de solo desear que las circunstancias sean distintas, saca de ellas el mejor partido; en lugar de esperar que se presenten las oportunidades de oro, encuentra oro en las oportunidades disponibles. No es víctima de las circunstancias, él crea sus propias circunstancias.

Reconoce que las crisis personales son oportunidades extraordinarias de aprendizaje y crecimiento personal; de esta forma, la adversidad se convierte en buenaventura, el fracaso en sabiduría, el error en aprendizaje y si le hace retroceder, seguramente le prepara para dar un salto mayor hacia su autosuperación y la de la gente que le rodea.

Conoce que, en gran medida, sus competencias de liderazgo serán las que definan cuánto éxito habrá de lograr u cuán feliz habrá de ser.


Artículo publicado en el periódico "El Corregidor de Querétaro", 5 de Junio de 2009, p. 9.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.