27 de marzo de 2009

¿Qué hace a las familias efectivas y felices?

José Luis Ortiz

Millones de parejas inician su vida matrimonial con la esperanza de ser felices para siempre y muchas de ellas, al poco tiempo se sumen en una profunda desesperación, decepcionadas de su cónyuge, del matrimonio y en algunas ocasiones hasta del amor y de la vida misma. Muchas familias viven bajo el estrés y la angustia: la presión por mantener o elevar un estándar socioeconómico de vida, los trabajos exigentes, la vida agitada de las grandes ciudades, la poca atención que puede otorgarse a los hijos y la influencia perniciosa que adquieren de quienes les roban poco a poco el tiempo de convivencia con los hijos, como los medios masivos de comunicación. Padre y madre, agobiados con tanto que hacer, se centran en el empleo –lo urgente– y desatienden lo demás, que puede ser lo importante, como el cuidado y educación de los hijos.

La vida familiar puede compararse con un viaje, lleno de sorpresas; algunas gratas y otras dolorosas. A medida que se recorre el trayecto, van surgiendo obstáculos inesperados, algunos de los cuales pueden parecer insalvables. Pero muchos realizan el “viaje” felizmente sin graves percances. El éxito de la vida en familia depende de tener un “plan de viaje”, disponer de ciertos hábitos, principios y técnicas que nos harán agradable nuestro trayecto, no obstante los problemas que se nos puedan presentar. Lograr un camino plácido y sin apartarnos de éste no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Son muchas las familias “tradicionales” que llevan felizmente unidas cincuenta o más años, ¿cómo lo consiguen?: se han edificado sobre cimientos consistentes, sobre un sentido de compromiso basado en el amor, la lealtad y la espiritualidad. Claro que han requerido la inversión de tiempo y esfuerzo, pero la meta bien vale la pena: La solidez y felicidad de nuestra familia, el eje sobre el cual gira nuestra vida.

Las familias fuertes y exitosas, no se dan por obra de la casualidad, requieren haber asimilado una adecuada educación que implique una combinación de talento, energía, voluntad, visión, sabiduría y sobre todo amor. Educación e instrucción son conceptos muy diferentes, no siempre una implica a la otra: a muchas personas se les ha instruido para la prosperidad -en el mejor de los casos- y pueden llegar a ostentar grandes logros académicos o cargos de relevancia en empresas o instituciones; pero no si no se han educado para tener paz por medio del perdón, flexibilidad, tolerancia, respeto, alegría por vivir, etc., su vida laboral podría ser “satisfactoria”, pero seguramente su vida familiar pasará del sufrimiento al fracaso.

Sabemos que el ser humano es un ser biológico, sicológico y espiritual y que para ser feliz y productivo en todas las facetas de su vida requiere de una educación integral de excelencia, que prácticamente ninguna escuela, instituto o universidad pueden otorgar ya que la familia es el núcleo de la educación.

La solución a los problemas de la sociedad se encuentra en la familia. La familia es el lugar donde los niños aprenden el arte de amar. Todo aquel que pertenezca a una familia fuertemente unida por el amor, la lealtad, el respeto y la confianza, sabe que cada miembro de la familia da lo mejor de sí cuando se siente estimado, respetado y merece la confianza de quienes se interesan verdaderamente por su bienestar. Las familias basadas en esa mutua consideración se encuentran mucho mejor equipadas que aquellas que se conforman con cumplir con lo estrictamente necesario. Napoleón Bonaparte llegó a expresar “Los hijos se educan 20 años antes de nacer”, frase en la que comunica la importancia de la educación de los padres para formar hijos de excelencia.

Los peores enemigos de las familias son las malas familias, que contaminan como un cáncer cuyas metástasis se diseminan a través del tejido social a familias sanas; y si las familias se corrompen, ¿de dónde vamos a sacar buenos ciudadanos que se requieren para construir un México y un mundo mejor?

*Artículo publicado en el periódico “El Corregidor de Querétaro”, 27 de Marzo de 2009, p.8.

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